Hoy
dejamos nuestro espacio a una clienta ¡y amiga, ya! que ha querido
compartir con nosotros su experiencia con la archienemiga, la candidiasis. Gracias, María, por tu aportación.
Cuando se padece una patología, lo primero que hacemos y lo único que no deberíamos hacer es consultar Internet. Los motivos por los que no lo deberíamos hacer son, entre otros, porque
la información más fiable la debe dar un profesional; pero también porque lo que se encuentra puede acabar ultra dimensionando la magnitud del tu sufrimiento.
Sin embargo, en algún momento de debilidad, quien más quien menos, acabamos consultando la red. De ahí, aunque sea filtrando, también se puede sacar algo positivo: compartir.
Internet te permite empatizar con otras personas que están pasando lo mismo que tú y puedes aprender, en sentido amplio de la palabra. Aprender a conocerte a ti mismo y a saber qué pasa en tu cuerpo. Y aprender a conocer más opciones. Pero siempre, al final la solución que te inspire más confianza te la tendría que dar un profesional.
Esto es lo que me pasó a mí con la candidiasis. Desde que empezó mi pequeño calvario (soy consciente que hay mujeres que lo padecen mucho más que yo y a quien puede que no sirvan de mucho mis palabras), me he encontrado con un montón de opiniones.
La cuestión es que desde hace años me he dado cuenta que mi talón de Aquiles son los hongos vaginales. Y también que su principal aliado son los antibióticos y el cloro de la piscina. Intuyo, aunque no tengo prueba científica de ello, que existen otros grandes aliados de los hongos, como son el estrés emocional y el alcohol.
En todo este tiempo, el Gine-Canestén ha sido un gran compañero de viaje para mí, hasta que la flora y fauna estaban en peligro de extinción y tuve que hacer un tratamiento específico para repoblarlas. La vergüenza tampoco me ha ayudado demasiado a buscar nuevas soluciones a mi problema. He hablado con mucha gente y he leído muchas opiniones. Los
consejos más comunes y genéricos, como usar braguitas de algodón, evitar el uso demasiado seguido de salva-slips, cambiar los bikinis mojados o evitar la ropa ceñida ya los he incorporado a mi rutina, además de ser fáciles también son de sentido común.
Hay otro tipo de consejos que me cuestan más de seguir, quizás por mi forma de ser. Me refiero a los que tienen que ver con la alimentación. Conozco gente que ha seguido dietas muy estrictas, pero no me quedan claros los resultados. Para mí, una dieta estricta es un sacrificio demasiado caro que no quiero seguir. Al menos hasta que haya una prueba científica que demuestre que funcionan, como en el caso del gluten. Me resisto a entregar mi única vida a pensar en alimentos, calorías, etc. Lo sé, es mi estilo de vida.
Con todo ello, no digo que no me cuide. Al contrario,
conozco los principios de la nutrición y mi sentido común me dice que por ahí debo seguir. También he ido a naturópatas y otros especialistas de medicina alternativa que me han introducido el árbol de té, entre otros. La cuestión es que
después de un curso lleno de picores debido al cloro de la piscina del peque, he decido emprender de nuevo mi cruzada anti cándidas. Fui a la farmacia (desde que soy mamá, ¡incluso diría que hecho amistad!) y, después de muchas dudas, expliqué mi caso. La respuesta me animó tanto que me he decidido a explicarlo en la red (allí donde no se debe consultar). Creo e intuyo que
cada caso es diferente y que puede que no funcione a todo el mundo. O que sea muy obvio. Pero, sea como sea, creo que hay motivos suficientes para explicarlo. Os lo explico por puntos, que me parece la manera más clara de estructurar el discurso.
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Conocer tu ph
Lo primero que me explicó mi farmacéutica es que el ph de la zona vaginal es más bajo que el del resto del cuerpo y que hay que cuidarlo de forma especial con jabones neutros o geles especiales para la zona íntima
. El ph cumple una función protectora y si disminuye nos exponemos a infecciones. Por lo tanto, es muy importante cuidar el ph de la piel, especialmente de la zona íntima que ya es más bajo que el del resto del cuerpo.
Yo rehusaba utilizar geles íntimos para evitar aplicar productos químicos en la zona. Me equivocaba. Desde que empecé a utilizarlos, en mi caso los de
Cumlaude, fueron espaciándose los picores.
En mi búsqueda he encontrado otros productos muy bien valorados, os dejo referencias interesantes:
La Roche Posay,
Isdin,
Eucerin y
Bayer.
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Seguir el tratamiento
Lo tuve que hacer igualmente porque el antiséptico no elimina, solo protege. Mi nueva amiga, la farmacéutica que me separó, espero que para siempre, de la candidiasis, se encargó de hacer desaparecer todos mis pudores acerca de este tipo de tratamientos. Sus palabras fueron:
“Las zonas más sensibles del cuerpo se tienen que cuidar con la misma sensibilidad, y muchas veces nos olvidamos de ello.” Totalmente de acuerdo. El
tratamiento que me prescribieron consistía en una terapia de choque para empezar,
los óvulos, un producto especial de lavado y unas cremas hidratantes que ya se han hecho un sitio en la primera línea de mi lavabo. Utilizo
una u
otra en función de las actividades que tengo programadas el día en cuestión.
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Prevenir antes que curar
Os lo comento en último lugar pero es lo primero que debemos hacer. Y éste es ahora
mi objetivo: conocer cuáles son mis puntos débiles y cómo los puedo proteger. Por ejemplo, si sabes que vas a pasar unos días en remojo, tienes que tomar antibiótico o vas a cambiar de hábitos por unos días, los
óvulos te ayudarán a no sufrir. También puedes utilizar
hidratantes externos o productos de
hidratación extra.
Resultado: cauta pero optimista
Soy consciente de que no podré evitar el problema. Quien es miope, no por llevar más tiempo gafas, se cura de la miopía.
Pero al menos estoy previniendo ir más allá y cuento con la ayuda de un profesional. A mí, esto aún me pesa y me convence.
Gracias a farmacia25 por cederme este espacio ¡ya que no tengo un blog propio!